domingo, 21 de junio de 2015

Simulacro

Hace semanas evaluaba la posibilidad de volver a este espacio. Abría la página, leía lo que antes escribía, la cerraba, la abría de nuevo, me dormía, me despertaba, la abría, la leía (...), pedía opiniones, pensaba, leía, borraba, deshacía, modificaba, cerraba la página, la abría, la leía (...).

Pensaba en lo que implicaba volver a mostrarme tal cual y me daba miedo. Me daba miedo que la gente hablara, que la gente dijera, que la gente pensara, que la gente me conociera más de lo que yo quisiera. Que no les gustara, que me criticaran, que se dieran cuenta que al lado de esta mujer con posturas, logros, posiciones claras, y metas establecidas, hay una mujer con líos, inseguridades, y desafíos personales que tiene que superar todos los días.

Me daba miedo que no entendieran que esta también soy yo y que me cuesta querer y aceptar esta parte de mí que a veces me deprime, me debilita, me limita, me reta a no hacer las cosas. Esta parte que a veces me tumba, me destruye.

Esta parte que no entiende por qué escribo en pasado si todavía me da miedo que la gente me juzgue a partir de lo que escribo. Esta parte que detesto con toda mi alma pero con la que sin embargo quiero aprender a vivir.

Esta parte que a partir de hoy voy a dar a conocer para no lidiar con ella sola. Esta parte que no me va a ganar.

Esta parte que no quiere que lo haga.

Nadie podría jamás entender el pleito interno que estoy teniendo ahorita mismo. Quizá todavía no es momento.










martes, 6 de noviembre de 2012

Aquí y ahora

Hace más de 2 años que no entraba a mi blog. La verdad, no me acordaba que existía. Por alguna razón hoy me acordé de su existencia y decidí entrar a chequear cómo era yo hace 2, 3, 4 años. Me topé con esto. ¿De verdad lo escribí? ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué lo hice? No entiendo nada.

En vez de borrarlo, decidí conversar con mi yo de hace casi 3 años. Bertha vs. Bertha. Aquí les dejo el resultado:

Es cierto que se escribe mucho mejor cuando se está triste o lleno de problemas. Pero hoy me entraron unas ganas incontrolables de escribir. Esas ganas que se me salen por los poros y me tienen inquieta hasta que llego a mi casa y logro prender la laptop para empezar a teclear. Y no estoy triste, al contrario, estoy feliz.

¿Sobre qué quiero escribir? Sobre eso que todos sentimos en diferentes momentos de nuestras vidas y en distintas magnitudes. Eso que nos decepciona y, a la vez, nos ilusiona. Eso que nos hace llorar pero también sonreír. Eso que se construye entre sábanas y termina en un último aliento intenso. Eso que te mantiene alerta, despierto, ansioso, preocupado y despreocupado a la vez.

Sobre el amor (¿qué sabías tú sobre el amor?). Es curioso que quiera escribir sobre esto porque, hace aproximadamente más de medio año, no quería saber nada que estuviera relacionado. Acababa de terminar una relación y estaba en esa etapa en la que no quieres tener nada con nadie ni aunque te paguen millones (falso). Tenía la mirada enfocada en otras cosas: en mis amigos, en mis estudios, en lo que sea que me mantuviera pensando todo el día en razones para no enamorarme. No había de quién, tampoco (ok, esto sí es verdad).

Y sí, he tenido una que otra decepción que me ha quitado las ganas de darlo todo y empezar de cero, pero creo que no merecen que deje de arriesgarme (¿?).

Hace más de un mes conocí a un chico muy dulce algo mayor que yo. Su nombre empieza con A, como la palabra amor  (voy a tacharlo por dignidad). Después de un par de salidas noté que ambos queríamos involucrarnos más el uno con el otro. Sin embargo, resistí a la idea. “No” pensé. No es el momento. No estoy lista. ¿Pero qué es estar lista? Todo me daba vueltas. Por qué te complicas tanto, Bertha. Él me pedía que me dejara llevar pero yo sabía que si lo hacía iba a terminar pensando en la fecha del matrimonio y en cuántos hijos íbamos a tener (¿en serio, Bertha? ¿En serio escribiste esto?). Realmente me gustaba (No, realmente no. Al menos no al comienzo.). Era tierno, detallista, observador y analítico (no era analítico: tú creías que lo era porque querías que lo fuera, pero no lo era). Me escuchaba mientras yo hablaba y sentía que analizaba mi manera de pensar (no, no analizaba nada, solo te escuchaba). Me preguntaba el por qué de todo y seguramente criticaba alguna de mis ideas, pero no me lo decía. Era de cumplir engreimientos pero no caprichos, lo podía notar. ¡Y era periodista! O sea, tenía predilección para las letras, como yo (¿y eso es suficiente porque...?). Y escribía, como yo. Y no tenía miedo de mostrar lo que había escrito. ¿Qué más podía pedir? (¿Cómo que qué más podías pedir? ¿Con qué te estabas conformando?).

Salimos un par de veces antes de la definitiva. En nuestra tercera salida, después de un par de helados y unas conversaciones un poco incómodas, entre el sonido de una canción de Gianmarco (... ok) y el frío de la noche que nos acompañaba, me besó. Mi corazón se paralizaba y se agitaba a la vez. Mi mente era un laberinto de ideas que no paraban de pelear entre sí. Me abrazaba, rozaba mi piel, sentía su piel tibia. Me besaba de nuevo. Lo besaba yo a él. Nos besábamos.

Pero, como expliqué anteriormente, tenía un par de dilemas que resolver conmigo misma antes de empezar una relación. Entonces, como no hay más tonta que yo (amiga, ¿dónde estaba tu autoestima?), le dije que mejor nos dejábamos de ver (sabia). Él no refutó mucho y así lo dejamos hasta un par de días después. Nos vimos, lo hablamos y… nos volvimos a besar. Otra vez su carro era la escenografía y nuestros labios la escena principal.

Me gustaba mucho como para perderlo por mis líos internos (no, no te gustaba mucho, al menos no en ese entonces. Te gustaba gustarle, te gustaba que te recogiera de la universidad, te gustaba que se preocupara, te gustaba que fuera mayor. No te gustaba él, te gustaba lo que podía hacer por ti. Y que quede claro que habría valido la pena anteponer tus líos internos antes que a cualquier persona). Quería arriesgarme con él. Tal vez terminaría siendo una decepción, tal vez no (terminó siéndolo, ja). Tal vez me haría muy feliz, tal vez no. Tal vez intentaría cambiar varios aspectos de mí, tal vez no (sí lo intentó). Nadie sabía qué podía pasar entre nosotros. Sí, tenía miedo. Era, hasta cierto punto, comprensible. ¿Pero desde cuándo he dejado de hacer las cosas por miedo?

Seguimos saliendo y, después de varias conversaciones incómodas más, me dijo que no estaba seguro de lo nuestro. Yo podía cambiar de parecer como lo había hecho anteriormente o podía no estar lista para lo que viniera, entre otras razones que está de más mencionar. Todo se me apagaba. Después de demostrarle que sí quería involucrarme con él, ¿en serio me estaba diciendo esto?

Estaba en todo su derecho. Yo me había comportado como una niña (no, no te habías comportado como una niña. Habías querido esperar porque estabas confundida -lógico que lo estuvieras- y él no había sabido respetar tu proceso) y era lógico que me tratara como tal (no, ¡no!, no era lógico. No puedo creer que lo hayas justificado así). Lo sé. Sin embargo, después de una última discusión que nos situó en la punta del abismo, nos vimos y me hizo la pregunta del millón. Sí, sí quiero. Me río porque estoy nerviosa, porque pensé que íbamos a seguir discutiendo de lo mismo, no porque no me lo tome en serio. Esto no me lo esperaba. ¿Ahora, aquí? Sí. Sí quiero. Ahora y donde sea. Te quiero a ti. (Dios mío. En serio no puedo creerlo).

Pasaron los días (7 exactamente) y aquí estoy, escribiendo acerca de él y de nosotros. ¿Muy pronto? No sé. Tal vez sí. Pero eso pasa cuando te gusta alguien, ¿no? Pierdes un poco la noción del tiempo (¿Y esto es bueno porque...?). Probablemente él vaya a leer esto y no me da miedo que sepa lo que siento. Ya no. Podrá pensar que estoy ilusionándome demasiado, que recién vamos una semana, que no nos conocemos lo suficiente. Yo lo sé. Sé que mis sentimientos están yendo un poco rápido, pero no te preocupes, mi razón los sabe frenar (voy a tachar esto por dignidad). Sé que tú has vivido más que yo (amiga, otra vez, ¿dónde estaba tu autoestima?) y que sabes que no te vas a morir cuando esto termine. Yo también lo sé. Tengo claro que nada dura para siempre pero si los días contigo duran más de 24 horas, ¿por qué no permitirme pensar un poco más allá?

Bertha, si dentro de 3, 4, 5, o 6 años lees esto, quiero que sepas que hay cosas que no te vas a poder explicar. No intentes hacerlo. Esta etapa, mal que bien, forma parte de la persona que eres ahora. Puedes discrepar, puedes pensar que estabas equivocada, puedes avergonzarte de ti misma, puedes querer prenderte fuego, pero esta también eres tú aunque te cueste aceptarlo. De todo se aprende. ¡Saludos!


sábado, 19 de marzo de 2011

Quién

...decide lo que está bien o no? Si carezco de criterio, ¿es recomendable tirarse al abismo o permanecer del lado seguro del acantilado? ¿Dar el aventón sola o esperar a que alguien más lo haga? Y si al caer encuentro piedras en vez de solo calmo mar y me hago daño... habrá que averiguarlo, ¿no?

jueves, 24 de febrero de 2011

Me di cuenta que

escribo muchísimo mejor cuando lo hago de corazón, expresando lo que realmente siento.

Es por esa misma razón que mis escritos estarán (únicamente) en esa carpeta cuya ubicación nadie adivinaría, ahí, camuflándose entre los archivos de mi netbook.

No aquí. Creo que mis sentimientos no merecen estar al desnudo, expuestos. Valen más que eso.

Dos reflexiones:

1. Tu netbook murió y todo lo que escribiste se fue con ella. Amén.
2. Tus sentimientos no valen menos cuando los expones.

lunes, 21 de febrero de 2011

Antiguo

Advertencia: este wanna be poema carece de estilo literario. Si lo van a juzgar, que sea por lo que transmitía. 

Trémulo e incesante
cual espinazo en el corazón
clavado por aquel amante
que la hería sin razón.

Elegante y desvirtuoso
cual pétalo de flor marchita
parecía galante el buen mozo
como el que ella necesita (¿el que ella qué?).

Las apariencias engañan
como alguien alguna vez dijo
así como los amores te amarran
ese irse nunca quiso.

Mas decidió el cuento terminar
y así la flor marchita revivir
porque después de un triste y arduoso andar
le quedaba a ella un largo porvenir.

Callar siempre fue de sabios
ella siempre repetía
mientras sutilmente mordía sus labios
pensando en si fue broma o si realmente la quería.

viernes, 18 de febrero de 2011

Desilusión

Prólogo: Así realmente me sentía.

Recuerdo cuando me estaba preparando para ingresar a la universidad. Estuve 4 meses en una pre, adquiriendo conocimientos y dejando de lado mi vida social/sentimental, alimentando mis ojeras y sufriendo de espasmos nerviosos. Cuando ingresé sentí que todo había valido la pena y que nunca estaría más feliz en mi vida.

Hace unos días nos reunieron a todos los cachimbos para tomarnos una prueba de conocimientos "básicos" de literatura, lenguaje e historia. Yo sabía que iba a aprobar todo, no solo porque mi promedio ponderado en literatura era 19 (de igual forma en lenguaje) sino también porque "soy buena para las letras".

Me desperté a las 7:30 y el examen comenzaba 8:30. Llegué con 10 minutos de retraso, pero no importó. Cuando nos dieron la prueba me moría de sueño, bostezaba y me estiraba constantemente.

Empezamos con historia. Fui leyendo todas las preguntas y me encontré con que muchas de ellas las desconocía. Me pareció bastante difícil... Luego, comenzamos lengua y literatura, mis dos cursos "favoritos", y me fue del mismo modo que en historia.

Salí del salón con la cabeza gacha, pensando que no era tan buena como yo pensaba. Me bajaron de la nube de un empujón.

Los resultados los recibí hoy. Y me gustaría escribir con optimismo, algo como: "bueno, qué importa, puedo demostrarles que sí soy capaz" o escribir: "ya fue, solo es un examen y ni me preparé para ello"...

Pero no. Ahora estoy desilusionada de mí misma y de mis capacidades. (No hay nada más feo que darte cuenta que no eres como piensas que eres, y peor si alguien o algo más te lo hace notar).