lunes, 13 de septiembre de 2010

Prólogo: no hay prólogo.

Me siento, por primera vez en mi vida, subordinada. ¿Qué estaba pasando, subordinaba yo o me subordinaban a mí? Creo que la segunda se inclina más hacia lo que pasaba; dejé de pensar un tiempo, me dejé llevar por los sentimientos, los cuales, a mi parecer, son volubles y efímeros. Actuaba en base a los impulsos, fui abandonando poco a poco quien yo era y todo lo que defendía para convertirme en una más del montón, y todo esto sin darme cuenta, siendo inconsciente a todo este cambio. ¿Por qué no me detuve a pensar con más precisión?

Porque llevar las cosas sencillas, sin muchas complicaciones, resulta mejor que llevarla llena de retos, complicada, con idas, caídas, errores.

No es una excusa, pero cabe decir que de los errores se aprende. Me siento decepcionada de mí misma por haber permitido que alguien más afecte tanto en mi forma de pensar, porque eso refleja que soy débil (en realidad no del todo), que mis ideas son fáciles de atacar: pero ya no más. Mi mente es lo más valioso que tengo, y dejarla de lado, ha sido, la peor decisión que he tomado hasta ahora.

Si últimamente lo que me faltaba era decisión, ponerme fuerte en lo que pienso y defender mis principios: ya no faltará más. Es momento de centrar mis prioridades.

Lo que más lástima me da es haberme dado cuenta de la peor forma posible. Esto último me hace pensar que estuve vulnerable a la ceguera, a no querer ver lo que estaba pasando; sin embargo, fuera el medio que fuera, me di cuenta y regresé.

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