viernes, 30 de julio de 2010

Gracias

Prólogo: Otra vez sobre amor. Recomiendo pasar a la siguiente entrada o cerrar la ventana.

Nunca fui buena expresando mis sentimientos con palabras ni con gestos, me gustaría haber sido mejor en esto último. Quizá nadie lo entienda, o a nadie le parezca, pero qué más da si lo que busco es desahogarme.

Podría escribir y escribir sin parar, podría recordar o ponerme a llorar, podría simplemente ignorar lo que siento y guardar mis emociones. Pero ya de qué va, lo hecho, hecho está.

Para empezar tengo que mencionar algunas palabras clave, o de repente solo una haga falta para resumir tantas emociones: amor.

¿Amor? Palabra confusa y tediosa. No sé lo que significa, pero supe lo que te hace sentir. No sé cómo controlarlo, pero si supe dejarme llevar. Me enteré de tantas cosas que no entendía, me di cuenta que yo también puedo querer y ser querida. (¿En qué momento pensaste que no lo eras? Me siento como tu madre ahorita. Claro que eras querida, Bertha. ¿Por qué escribiste eso? ¿Y por qué no me di cuenta de tu carencia de amor propio?).

Sí, aprendí que hay algunas miradas que dicen más que mil escritos juntos, aprendí que con besos uno puede detener corazones, aprendí a pensar en alguien más y ponerme en su lugar, aprendí a aceptar mis errores y a saberlos retractar, aprendí a dejar el orgullo de lado en vez de renegar, aprendí que las comidas saben mejor cuando las comes con alguien más, aprendí a escuchar, aprendí a amar (¿a qué? Claramente no lo entendiste).

Es cierto que se disfruta del amor, de los detalles, del cariño. Pero también se disfruta de la libertad, de la soledad, de la reflexión. ¿Dónde está la línea que diferencia estos dos términos ambiguos?

Cuando uno se encuentra en el auge de su libertad es cuando se pone a pensar: ¿Habré tomado una buena decisión? ¿Debo mirar atrás? No puedo negar que ser libre conlleva mucha responsabilidad, y mucha fuerza también. Pero... ¿Es que acaso no nací libre? Creo que siempre lo fui y lo seré, mas nunca me daré cuenta y caminaré al borde del abismo.

Para terminar, dejo en claro que no me arrepiento de nada. Cada experiencia vivida me ayuda a mejorar, a convertirme poco a poco en lo que seré. Solo me queda sonreír al recordar, las tardes de verano y tu mano al andar... ("Tu mano al andar". Dios.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No influyen, pero sí me importan. Si estás aquí es porque me interesa tu opinión. Comenta :)