domingo, 26 de diciembre de 2010

Amor, el desamor es más demorón que tú

Prólogo: acababa de terminar con el pata con el que estaba y quería demostrarle que ya lo había superado. 

Estoy pensativa acerca de un tema en particular. El tiempo pasa como uno quiere que pase, de eso sí estoy segura. Por ejemplo, cuando uno está enamorado, el tiempo va rapidísimo, tanto así que ni te das cuenta que son las 11 de la noche y te debes ir a tu casa. Sin embargo, la etapa del desamor, aquella que tantas canas verdes e infinidad de caras tristes nos saca (en algunos casos, hasta varias lágrimas desesperadas) es larguísima. Pasan horas de horas y miles de recuerdos vagan por tu mente, te fundes en ellos y cuando ves el reloj ha pasado medio minuto desde que pusiste esa cara.

Estuve preguntándome porqué (es "por qué", no "porqué") duraba tanto, qué hacía que el desamor y el tratar de olvidar se enganchara tanto tiempo.

Creo que la respuesta es que entregamos todo de nosotros con los ojos cerrados, como si tuviéramos una venda en los ojos que en un momento dado nos quitan mientras nos cuentan la verdad. La culpa no la tiene la mala relación, ni las peleas; la culpa la tienen los besos, los “te amo” prematuros, los abrazos de los que uno llega a acostumbrarse a tal punto que luego se convierten en una obsesión momentánea. La calidez del cuerpo ajeno del que estuviste templada(o) sigue impregnada en cada poro tuyo, y cierras los ojos mientras finges que no extrañas nada de eso (qué cursi).

Solo queda esperar pacientemente a que finalice la etapa, no forzarla a ello. Todo lo que empieza tiene que acabar, es una ley. Cruzar los brazos y morderte la lengua cuando quieras decirle algo, ya sea un simple “hola”, porque sabes que podría llevarlos a más y atrasaría el desamor. Hacerte la loca/el loco cuando lo/la encuentres por la calle, hasta que llegue el momento en que al encontrar a esa persona no remueva ni el más mínimo latido dentro de ti.

Y cuando eso pase, quizá puedan tomar un café amistoso juntos mientras la luna los alumbra, pero esta vez con un brillo distinto al que estaban acostumbrados.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Ven

Prólogo: estaba loca.

Hola, no sé si sabes cómo estoy, tampoco sé si te interesa. A mí sí me interesa saber cómo estás, pero no lo entenderías probablemente. No, no quiero regresar contigo, pero extraño hablar y engreírme por teléfono horas de horas. Llámame y finge que no me extrañas, a ver si nos entendemos. Hablemos un par de horitas, como quien no quiere la cosa, ya pues: atrévete. Y quizá mañana o pasado puedas venir a comer galletitas conmigo como hace unas semanas. De repente prendemos el televisor y encontramos algo bueno que ver, o nos quedamos viendo una película, como “la naranja mecánica” o “2012”, lo primero que encontremos. Ya pues, mira que cuando estemos viendo la película, podrás abrazarme con cautela sin que sepas que yo me estoy dando cuenta. Ven y te prometo que cuando estés a punto de darme un beso, ese beso que sellará nuestro encuentro y removerá nuestros corazones,

Te empujaré hacia la puerta y te pediré que te vayas.

domingo, 10 de octubre de 2010

Hoy no es mi día, tal vez

Me siento distinta. No es cosa de un día, como yo pensaba, ya van varias ocasiones en las que me siento diferente. Sigo siendo yo, solo que me doy cuenta de cosas que antes eran irrelevantes o inexistentes para mí.

Siento que ya no encajo como antes. No porque ahora me marginen, sino porque me estoy dando cuenta que no necesito andar o permanecer a un grupo para sentirme socialmente bien. Ya no lo necesito, por así decirlo. Ya no necesito amigos, amigas, gente que sonría cuando haga chistes, gente que me escuche por compromiso cuando quiera hablar, gente que me diga "te extrañé" cuando en realidad no tienen ni idea de lo que ese sentimiento significa, gente que me dice "te amo" cuando en realidad no se aman ni a sí mismos (asu, qué hater).

Estoy un poco harta de la gente que busca respeto sin siquiera respetarse. Harta de los que gritan para ser escuchados, esas personas que llevan en la frente un cartel que dice "acá estoy, hazme caso, ¡necesito llamar la atención!". Harta de la superficialidad, de las marcas, del smog, de las pretenciones de la gente y la sociedad. Harta de que las personas se crean más que otras por tener más o menos dinero, por ser de una u otra religión, o por conocer a más o menos gente. Solo se trata de sonreír, poner cara bonita, y entablar una buena conversación. Luego, después de un par de días, ya será oficialmente tu "amigo" en alguna página de red social. A eso se ha reducido el término amistad... qué bajo.

Me quejo mucho de la gente que me rodea. No sé si necesite cambiar de aires, o empezar a trabajar más en mi tolerancia.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Prólogo: no hay prólogo.

Me siento, por primera vez en mi vida, subordinada. ¿Qué estaba pasando, subordinaba yo o me subordinaban a mí? Creo que la segunda se inclina más hacia lo que pasaba; dejé de pensar un tiempo, me dejé llevar por los sentimientos, los cuales, a mi parecer, son volubles y efímeros. Actuaba en base a los impulsos, fui abandonando poco a poco quien yo era y todo lo que defendía para convertirme en una más del montón, y todo esto sin darme cuenta, siendo inconsciente a todo este cambio. ¿Por qué no me detuve a pensar con más precisión?

Porque llevar las cosas sencillas, sin muchas complicaciones, resulta mejor que llevarla llena de retos, complicada, con idas, caídas, errores.

No es una excusa, pero cabe decir que de los errores se aprende. Me siento decepcionada de mí misma por haber permitido que alguien más afecte tanto en mi forma de pensar, porque eso refleja que soy débil (en realidad no del todo), que mis ideas son fáciles de atacar: pero ya no más. Mi mente es lo más valioso que tengo, y dejarla de lado, ha sido, la peor decisión que he tomado hasta ahora.

Si últimamente lo que me faltaba era decisión, ponerme fuerte en lo que pienso y defender mis principios: ya no faltará más. Es momento de centrar mis prioridades.

Lo que más lástima me da es haberme dado cuenta de la peor forma posible. Esto último me hace pensar que estuve vulnerable a la ceguera, a no querer ver lo que estaba pasando; sin embargo, fuera el medio que fuera, me di cuenta y regresé.

martes, 7 de septiembre de 2010

¿?

Sí, mi vida y la tuya se basan en decidir. Yo llevo un tiempo decidiendo, apostando al destino, arriesgando sonrisas, sacrificando verdades. Quisiera, como todos, detener el tiempo y con eso, detenerme a mí. ¿Qué estoy haciendo?

Sí, no paramos de crecer, tengo razón. Últimamente comienza a notarse con más magnitud, ¿verdad? crecemos a la fuerza, el paso del tiempo se impone ante nosotros, ante nuestra mente neófita, que, aunque nuestro aspecto demuestre que estamos creciendo, nuestras decisiones podrían decir lo contrario. ¿Quién pone los parámetros entre el bien y el mal? Quisiera un manual para establecerlos yo misma.

¿Qué es lo que tengo que decidir? Continuaré cuando la modorra no se apodere de mí, cuando la nostalgia no sea la principal razón por la cual escribo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Un susurro...

...en tu oído. Pero muy bajo para que nadie más nos escuche, pero muy leve para que no suene vulgar, pero muy sincero para que te des cuenta que no miento, pero muy frío para no notarme cariñosa, pero muy lento para que dure un poco más, pero muy puntual para no aburrirte, pero muy corto para que nos alcance el tiempo, pero muy tierno para poderte abrazar, y llorar, y confesar, que desde que te fuiste no hago más que pensar, en los susurros que te diría si me dieras otra vez, tu mano al andar.

Epílogo: ¿"tu mano al andar"? ¿Qué onda conmigo? Leía mucho a Neruda, creo.

sábado, 7 de agosto de 2010

Carta a Franz Kafka

Prólogo: Vivía enamorada de Kafka. Ya sé que no es normal.

Tenías sueños y visiones que después lograrías, tenías tormentas y tenías mar. La calma te caracterizaba, ¿no es así?. Eras un ser muy paciente que además de sereno, pacífico. Tu padre, todo lo contrario, te crió y educó de una manera en la que cualquier ser humano encontraría la desdicha de vivir, ya que, si bien es cierto, te maltraba tanto física como psicológicamente, a ti, un hombre de rostro fino y delgado.

Habría sido un gusto conocerte; sin embargo, prefiero la duda de saber si de ti me habría enamorado en persona (palta). Tus escritos me fascinan, te adueñas de mi imaginación obligándola a crear un mundo paralelo en el cual pueda yo esconderme mientras mis ojos son víctimas de sus textos, tus novelas son obras de arte, tu estilo mi ambición.

Me pregunto yo, si amarte sería locura, si leerte es una obsesión o solo un capricho momentáneo. Estoy segura de algo, que aunque sea poco, es un gran avance: Eres un ídolo, un ícono que mi adolescencia ha trascendido, un escritor que claramente prefiero ante muchos otros.

Me siento identificada contigo, lograste que me imagine convertida en una especie de bicho al despertar, lograste que sintiera lo mismo que tú. Puedo afirmar que por alguna u otra razón que no voy a especificar estamos unidos, -quizá esto lo sientan otras personas, pero yo lo hago personal- nos hemos sentido de igual manera en varios momentos a pesar de varios años de diferencia, y aunque no seamos contemporáneos, siento que hallarte en mi biblioteca hogareña es una de las mejores cosas literarias que me ha pasado.

Para ir finalizando esta epístole, que quede claro que llevarte en mi bolso y leerte hasta en el micro es y será siempre un placer, y aunque no sea lo mismo leerte por internet debo agradecer a ese medio por brindarme estar cada vez más cerca a ti de lo que pensaba (amén).

Gracias por esos momentos en que sentí que no era la única, por ayudarme a encontrar en tus escritos un refugio cómodo para mí. Por calmar mis lágrimas desesperadas con tu esencia en cada oración, que aunque no lo pueda ver, sé lo que me dices entre líneas.

Nos vemos en el paraíso si es que este existe, si no, igual te veo donde mi mente te crea, donde nadie más te puede percibir de la forma en que yo lo hago. Creas en mí más que un sentimiento, creas un ejemplo a seguir en cada palabra escrita.

Adiós Kafka, con esto simplemente me despido, y gracias, hasta la próxima lectura.

martes, 3 de agosto de 2010

Shhh

Podrán decir que me entienden, pero en realidad nadie lo hace. La única que realmente sabe con exactitud lo que siente por dentro soy yo.

sábado, 31 de julio de 2010

Felicidad

Prólogo: La Bertha de hoy quiere decirle a la Bertha de antes que estas preguntas existenciales 1) se pueden resolver leyendo Ética Nicomáquea, 2) parecen una suerte de pretensión. 

Quisiera una definición exacta de lo que esta palabra significa, al parecer es muy importante pues todos la buscamos en nuestras vidas (definitivamente no había leído a Aristóteles todavía). Según la RAE significa "estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien". Estoy en desacuerdo con ese significado, puedo poseer muchos bienes sin embargo no ser feliz, en un caso hipotético, claro. (insisto: no había leído a Aristóteles).

Cuando le pregunto a las personas qué concepto tienen de felicidad, muchos me dicen que es un estado efímero inconstante que sucede en momentos de la vida. Pero, ¿realmente es eso? ¿un estado? no estoy muy segura.

Ningún concepto me cuadra, ¿será que no la conozco todavía?

Felicidad, qué confuso.

Después del perdón

Prólogo: Qué distinta eras, Bertha.

Pienso mucho, pienso en ti, en lo que pasará, en lo que pasa después del perdón. Yo pensé que estabas bien, que ya no me necesitabas, intenté convencerme de lo mismo. Grité al mundo entero que ya te había olvidado, a algunos les dije que aún te quería pero se me notaba el tono indiferente, como cuando escribo. ¿Entiendes? No me declaro mentirosa, pero sí deshonesta (es lo mismo). ¿Por qué no admitirlo, por qué no gritar al mundo la verdad aunque sea vergonzosa pues me define indecisa? (¿y?)

Te miro, me miras, las miradas están de más y el viento roza mis cabellos (insisto: creo que leía demasiado a Neruda). Dices que estoy bonita, por dentro me sonrojo y por fuera te escupo un "gracias". Suspiro. Sí, la verdad es que te extraño, ahora más que antes, ahora que un beso me plantaste y me dejaste lela sin saber qué hacer después. Sí, la verdad es que te quiero, y no te quise perder. Por eso pienso, pienso en lo que pasará, en lo que pasa después del perdón.

No me acuerdo si lo perdoné o no... Creo que sí. Ni siquiera me acuerdo qué había pasado, pero creo que fue algo grave. Lo importante es que he recordado la importancia del perdón, la importancia de perdonarme errores a mí misma. Errores que cargo todos los días conmigo y me pesan, me agotan. 

viernes, 30 de julio de 2010

Gracias

Prólogo: Otra vez sobre amor. Recomiendo pasar a la siguiente entrada o cerrar la ventana.

Nunca fui buena expresando mis sentimientos con palabras ni con gestos, me gustaría haber sido mejor en esto último. Quizá nadie lo entienda, o a nadie le parezca, pero qué más da si lo que busco es desahogarme.

Podría escribir y escribir sin parar, podría recordar o ponerme a llorar, podría simplemente ignorar lo que siento y guardar mis emociones. Pero ya de qué va, lo hecho, hecho está.

Para empezar tengo que mencionar algunas palabras clave, o de repente solo una haga falta para resumir tantas emociones: amor.

¿Amor? Palabra confusa y tediosa. No sé lo que significa, pero supe lo que te hace sentir. No sé cómo controlarlo, pero si supe dejarme llevar. Me enteré de tantas cosas que no entendía, me di cuenta que yo también puedo querer y ser querida. (¿En qué momento pensaste que no lo eras? Me siento como tu madre ahorita. Claro que eras querida, Bertha. ¿Por qué escribiste eso? ¿Y por qué no me di cuenta de tu carencia de amor propio?).

Sí, aprendí que hay algunas miradas que dicen más que mil escritos juntos, aprendí que con besos uno puede detener corazones, aprendí a pensar en alguien más y ponerme en su lugar, aprendí a aceptar mis errores y a saberlos retractar, aprendí a dejar el orgullo de lado en vez de renegar, aprendí que las comidas saben mejor cuando las comes con alguien más, aprendí a escuchar, aprendí a amar (¿a qué? Claramente no lo entendiste).

Es cierto que se disfruta del amor, de los detalles, del cariño. Pero también se disfruta de la libertad, de la soledad, de la reflexión. ¿Dónde está la línea que diferencia estos dos términos ambiguos?

Cuando uno se encuentra en el auge de su libertad es cuando se pone a pensar: ¿Habré tomado una buena decisión? ¿Debo mirar atrás? No puedo negar que ser libre conlleva mucha responsabilidad, y mucha fuerza también. Pero... ¿Es que acaso no nací libre? Creo que siempre lo fui y lo seré, mas nunca me daré cuenta y caminaré al borde del abismo.

Para terminar, dejo en claro que no me arrepiento de nada. Cada experiencia vivida me ayuda a mejorar, a convertirme poco a poco en lo que seré. Solo me queda sonreír al recordar, las tardes de verano y tu mano al andar... ("Tu mano al andar". Dios.)

Regresé

Si bien es cierto, leer te da calma además de sabiduría.
Leer te hace pensar, reflexionas conforme vas avanzando el texto, lo analizas, lo entiendes, y muchas veces lo relacionas con tu vida personal.
¿Qué excelente, no?

Pero, ¿Qué pasa cuando escribes?
Te desahogas, tu cerebro se llena de mil palabras distintas que necesitan ser enlazadas en una oración y solo algunas serán escogidas para dicho propósito. Las ideas se vuelven lujos, las horas se vuelven noches, y las noches desvelo.

Sí, extraño muchas cosas que no pensé extrañar, pero más que nada extraño hacer lo que más me gusta y más trabajo me da, lo que día a día me da nuevos retos y me invita a mejorar: Escribir.

¿Por qué deje de hacerlo? ¿Es que acaso sentía que no era buena para esto? No sé. Pero qué buena forma de expresar lo que tengo dentro, ya comenzaba a extrañar el desahogo, la verdadera satisfacción.